Por qué sufrimos al convertir «me gustaría» en «debería»
Uno de los errores cognitivos más frecuentes son los que implican todas las diferentes formas de DEBO/DEBERIA, a las que llamamos obligaciones irracionales. Estas percepciones sesgadas de la realidad suelen producir sufrimiento y malestar, por eso es importante conocerlas para poder identificarlas cuando surgen.
Estos son algunos ejemplos de obligaciones irracionales:
- “Tengo que comprarme ropa para la reunión de esta noche”
- “Tendría que terminar la lista de la compra para mañana”.
- “Debería llamar a mi madre, no he hablado con ella desde ayer.
Los ejemplos anteriores hablan de una sensación de deber. Esto implica que en algunas situaciones en las que la lógica nos dice que algo “debería hacerse” en muchas ocasiones resulta ser una obligatoriedad imperativa. Así, cuando somos capaces de analizarlas al detalle, nos damos cuenta de que es una obligación, automáticamente impuesta e “irracional”
Siguiendo con los ejemplos anteriores, consideremos que pasaría si en realidad interpretamos las mismas situaciones desde este punto de vista:
- “Tengo el armario lleno de ropa que posiblemente pueda llevar para la reunión de esta noche. No haré el ridículo. No voy a ser el centro de atención, ni de todas las miras. La gente va a ir “a su bola” y tienen mejores cosas que hacer y que pensar que estar fijándose en mí, cómo visto, lo que digo, lo que hago…Posiblemente, les llame más la atención una conversación agradable que hayamos podido tener o algún recuerdo que hayamos podido revivir.«
- “La lista de la compra se puede hacer antes de que vaya al supermercado. No es nada imperativo. No va a ser mas completa si se hace con antelación. No pasa nada si se me olvida algo. ¿Cuál sería la razón de hacerla un día antes?. ¿Ansiedad? ¿Preocupación?«
- «Me gusta saber de mi madre, hablar con ella, saber cómo esta, poder ayudarla si le pasa algo. No obstante, la imposición de DEBO llamarla porque hace dos días que no he hablado con ella, parece una imposición personal rígida y posiblemente una obligación impuesta de manera irracional.«
Parece como si hubiéramos sustituido nuestros deseos, metas y preferencias por un debo que se convierte en una obligación absoluta, automática e irracional que se convierten en esquemas mentales rígidos.
Ver el mundo desde la obligación irracional
Las obligaciones irracionales se vuelven más complejas cuando también proyectamos esos esquemas mentales rígidos en los demás y en el mundo en general.
Hacemos esto cuando convertimos nuestros deseos en deberes proyectados sobre los demás:
- Cómo deberían ser las cosas
- Cómo debería funcionar el mundo
- Cómo debería comportarse la gente
Eso nos lleva a decirnos cosas como:
- “Los jóvenes de ahora, no saben escuchar”
- “El deporte ya no es lo que era”
- “Que descarada se ha vuelto la gente”
Estos esquemas comportan que estemos constantemente comparando lo que vemos o pensamos que ocurre en el mundo con lo que debería ser como una obligatoriedad irracional.
Además, estos errores cognitivos se pueden ir ampliando, generalizando y aumentar su frecuencia, lo que nos lleva a una situación sin salida.
La frustración y los bloqueos se convierten en ansiedad y tensión
La incapacidad de cumplir con estas obligaciones irracionales se convierte en una fuente constante de frustración, fracasos y bloqueos que además lleva asociada ansiedad, tensión y la sensación de “no soy lo suficientemente bueno/a”.
Si este fenómeno continúa puede ser el precursor de patologías como, por ejemplo, estados depresivos y ansiosos.
Neutralizar las obligaciones irracionales
Por eso debemos aprender a reconocer estas obligaciones irracionales como parte de las distorsiones cognitivas. Una vez somos capaces de reconocerlas, estaremos en una posición de poder detectarlas, analizarlas, darnos cuenta de que son irracionales y automáticas, neutralizarlas, disminuirlas e intentar eliminarlas.
Paralelamente, tenemos que tomar consciencia de cómo este proceso actúa en nosotros mismos y darnos cuenta de ese diálogo automático e irracional es el que da lugar a esos esquemas rígidos que generan tanto sufrimiento.
Si somos capaces de hacerlo, trasladaremos el lenguaje interno y el esquema a nuestro mundo consciente y racional y podremos sustituir el “debería” por un “me gustaría” sin usar un tono imperativo y sin estar distorsionado.
Vamos a hacer un análisis de una de estas situaciones y a plantear cómo corregirla.
Ante la visita de un amigo, pensamos:
“Debería limpiar la casa antes de la visita de esta tarde”
La palabra «debería» es la que nos tiene que hacer saltar las alarmas. Es entonces cuando debemos hacer el siguiente análisis:
- «¿Tengo ganas de hacerlo?»
- «¿Tengo algo que me impide hacerlo? (dolor)»
- «¿Está la casa sucia? O es un sentimiento de que todo debe estar perfecto«
- «Las personas que me visitan, ¿realmente necesitan que la casa este “como los chorros del oro” y todo perfectamente ordenado?»
- ¿Me puedo permitir un grado de desorden?
- ¿Realmente, las personas van a criticar la limpieza o el estado de mi casa?
Una vez hecho este razonamiento, podemos llegar a una conclusión de este tipo:
- “Quizá podría haber dicho me gustaría.»
Pensar así nos quita la presión de hacerlo todo perfecto y relativiza lo que pueda pasar en caso de no cumplir con esta obligación irracional.
¿Y si no soy capaz de guiar mis pensamientos en esta dirección?
A veces, cambiar toda una estructura cognitiva que lleva años instalada en nuestro cerebro puede ser un reto mayúsculo. Por suerte, a través del Neurofeedback podemos enseñar a nuestro cerebro a mantenerse estable emocionalmente y en controlar las áreas cerebrales que son responsables de los pensamientos y distorsiones negativas. De esta manera conseguiremos que nuestros pensamientos, emociones y conductas estén en equilibrio.